Con prestar atención a un breve proceso puedes ahorrarte algunos disgustos en la carrera hacia la cima (también evitar medidas extremas)
Común fue que las personas tengan un jefe. Al menos hasta no
hace mucho tiempo esto era así para una gran mayoría, realidad que va cambiando
vertiginosamente con el advenimiento de los trabajadores cerebrales o del conocimiento
y la consolidación de estos en la aldea global.
Para este nuevo colectivo de trabajadores del conocimiento,
lo común es tener más de un jefe, o sea que dependen del consentimiento,
estímulo y valoración ponderada de más de una persona por cuanto refiere a los
resultados de su desempeño.
A estos nuevos jefes, a diferencia del tradicionalmente
conocido, además, es probable que nunca se lo conozca en persona.
Para éste ya no tan nuevo contexto sigue siendo igual de
vigente aquella máxima popular que dice: “El clavo se saca siempre para
arriba”. Poco hay que pueda asegurarte un ascenso garantizado como ser el
responsable destacado del éxito y ascenso de tu o tus superiores.
¡Manos a la obra!
- Hacete un listado de “tus
jefes”. Incluye en él sólo aquellos nombres de quien dependas para que tu
trabajo y, dado el caso, el de tu equipo logren:
- los consentimientos necesarios para su ejecución,
- los estímulos emocionales y monetarios para compensarlo y,
- las aprobaciones técnicas o administrativas que destrabarán tales estímulos.
- Cuando la tengas en mano,
establece una rutina de, al menos una frecuencia anual, para reunirte con
cada uno y preguntarle, en relación con el trabajo que realizas solo o con
tu equipo:
- ¿Qué te ayuda a lograr tu (nuestro) trabajo?” y;
- ¿Qué de mi (nuestro) desempeño hace dificultoso tu trabajo?”
- Adáptate a sus respectivos desempeños pacientemente; sin menospreciar o rechazar sus defectos o errores; sino, por el contrario valorando - sin adulaciones - sus talentos y aciertos, y haciendo de los desaciertos una oportunidad para contribuirle.
Este pequeño proceso de sólo tres pasos, tan antiguo como
vigente, arroja particulares resultados cuando lo practicas con decisión y sinceramiento
proactivo, o sea, cuando estás decidido a hacer con la información que recabes,
lo que corresponda para ajustar tu desempeño y el de tu equipo – si le concierne
– para contribuir a la eficacia del desempeño de tu/s jefe/s.
Claro,
que el éxito del proceso, sólo se garantiza:
- Si en lo particular, cultivas,
con esmero, tu personalidad.
- Si obras siempre con la
verdad y eres íntegramente "verdad".
- Si lo que aportas al
desempeño de tu/s jefe/s no es expresión de tu ser acomedido, sino de tu
yo profesional y como ejercicio de tus propias fortalezas.
- Si demuestras
consistencia y coherencia entre lo que piensas, sientes, dices y
realizas.
- Si actúas con serena
seguridad y con sencilla naturalidad.
- Si no presumes saber
más que los demás.
- Si respetas el estilo
de trabajo de tu semejante.
Vale aclarar que, en mi experiencia, este procedimiento - como concebido - no es aplicable a:
- entornos inorgánicos (la gran mayoría de micro y pequeñas empresas) o,
- relaciones con líderes. Sus competencias hacen innecesaria la práctica y te sorprenderán antes que los puedas sorprender.
* Imágen propiedad de www.elseptimoarte.net
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