Si estás decidido a tener una mínima oportunidad de
progreso en el ámbito de la empresarialidad comienza a pensar que la idea de
ser el propietario de tu empresa de alguna manera no te conviene, y no porque en los papeles así
no figure, sino porque en los hechos la realidad es otra.
Hasta el preciso momento en que abres al público las puertas
de tu empresa productora de bienes y servicios eres el ideólogo, modelador y
propietario de aquello que llamas “mi negocio”. Pues es hasta ese preciso
momento en el que decides gran parte de la suerte de éste.
De la apertura del negocio en adelante, o sea cuando
realmente ha de probar si se trata o no de un “negocio”, ni que digamos de una “empresa”,
esta realidad ya escapa de tus manos y está en el ámbito de control de los
potenciales clientes y/o de los clientes reales.
Si acaso ellos – los clientes – deciden no aceptar el
conjunto ofertado que produces para ellos te darás cuenta que aquello de lo que
creías ser propietario, en realidad se reduce a nada.
Si acaso eres propietario de algo es de la promesa de
servir a la comunidad en la que participas a la que, si no terminas agradando,
convenciendo o, por caso, si te equivocas con un proceder que determine la
censura por parte de la clientela, aprenderás por la fuerza lo que ahora te
comparto.
Obviamente, el tema da para varios tratamientos pero nos
ocuparemos de ello en otro momento. Vino a mi mente porque de tanto en tanto
aparece alguno que todavía no lo entendió y no deja de causarme admiración y
sumarme algún ejemplo para comentarles aquí o en alguna capacitación.
El caso de hoy, se suscitó durante el almuerzo cuando
alguien comentó que:
“…’las
viejas’- refiriendo a las clientas amigas de la casa –,
si no abro al horario convenido – refiriendo a
su comercio de comestibles –
te llaman por teléfono para reclamar que están
esperando en la puerta y reniegan porque no llegas a horario”.
Lo que pareció para algunos de los
presentes un hecho risueño, pasa a ser una pesadilla para muchos cuando un competidor
detecta la falta a la promesa empresarial y se ocupa de cubrir la insatisfacción
de “esas viejas”, del relato; que
para el caso, a veces son, también, los accionistas que no ven cumplido o tan sólo ven peligrar el cumplimiento de la promesa de sus retornos.
¡A prestar mucha
atención a la promesa que te vincula con:
AQUELLOS QUE DECIDEN
HASTA CUANDO SOSTENERTE EL PULGAR EN ALTO!
o sea,
Tus CLIENTES
(o como sea que
amenamente lo llames).”
¡Ya sos el mejor en lo que haces.
Ponele administración para, también,
ser el
más sosteniblemente rentable!
*La imagen es de
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