miércoles, 21 de agosto de 2019

Dos leyes para apalancar una PyME, y una trampa auto-destructiva.

Saber qué hacer cuando no hay nada que hacer define al estratega.
Será entonces su humildad y la capacidad de ubicarse respecto de la estrategia lo que lo ponga en camino de regresar al punto de partida, o prosperar.


Del CASO publicado para agosto, emerge un concepto útil, sobre el que existe muy poca información, por no decir nada, que ilustre al respecto.

LEY DE CHANDLER (Alfred Dupont CHANDLER 1918-2007).


CHANDLER acuño el concepto "la estructura sigue a la estrategia" en cualquiera sea la propuesta humana, especialmente si de empresa se trata.

Esencialmente sencillo, el concepto recaló hasta paradigma luego de verificarse con la casuística de innumerables corporaciones emergidas de un capitalista inicial, incluso familiar, con una propia administración directa sobre el desarrollo empresarial pretendido, hasta que una vez confirmado el potencial económico de éste se permite delegar en un gerente asalariado y, posteriormente (expansión del mercado y la producción mediante) a una jerarquía de gerentes.

HECHA LA LEY, HECHA LA TRAMPA. 


Ni la hipótesis, ni la experiencia fue tomada en consideración para la generalidad de las prácticas emprendedoras de América Latina; al punto tal que generalmente ni siquiera forma parte de los textos pertinentes a la disciplina.

Es más, parece incluso una aplicación pragmática del clásico y popular "hecha la ley, hecha la trampa", en la que el postulado de CHANDLER sucumbe ante las prácticas locales enfocadas más en perpetuar al propietario, que en perpetuar un empresa rentable, anteponiendo caprichosas estructuras - limitaciones - particulares, a una sostenible y sólida estrategia.

Una deformación vital, si de salud y crecimiento sostenido se trata, absolutamente vinculada al "Síndrome de NO hacerse cargo", en este caso de que el primer impacto de los contextos está emparentado con la estrategia y que no habrá descarga en "culpables" que pueda atenuar o eludir eso.

LA MANIFESTACIÓN CRIOLLA.


La cultura latina con su entender antojadizo y auto-complaciente, aplica en una generalización mayoritaria, la perpetuidad del emprendedor ejerciendo una administración sobre su emprendimiento, a pesar de no ser competente para ello.

Así, la estrategia queda relativizada a sólo el potencial y las restricciones evolutivas de su originaria estructura (su creador), cuyas experiencia y virtudes son rápidamente superadas por el primer impacto de las fuerzas contextuales.

La consecuencia es clara: el emprendedor se constituye en el principal factor de retardo o destrucción de su propia creación; entre cuyas manifestaciones más conocidas se cuenta:

  • Propietarios ricos con empresas pobres;
  • La proliferación de negocios que impresionan un breve auge y después se estancan para constituir apenas un medio de supervivencia de una (o unas pocas), familia vinculada a él; o lo que es muy similar,
  • Configuraciones empresariales de más de una década, sin estrategia, y con desempeños y estructuras que sólo son aceptables hasta no más del segundo año de vida; cuyos propietarios nunca advertirán, al menos mientras tengan en quien descargar sus culpas.

LA AUTOCRÍTICA OPORTUNA EVITARÁ EL DESASTRE.


Cualquier estrategia de partida se estrellará contra la realidad contextual perdiendo vigor hasta convertirse en parcial o totalmente obsoleta.

Esto exigirá cambios cuya consecuencia inmediata ha de reflejarse en la estructura, ese esquema de funciones, con sus respectivos funcionarios, que harán materializable la estrategia.

Salvo las honrosas excepciones, el más radical de esos cambios es inherente a la permanencia del creador capitalista una vez que el emprendimiento verificó sus postulados básicos.

Raro es que el emprendedor convalide una auto-crítica, pero si se permite un serio diagnóstico profesional, comprenderá la inconveniencia de su presencia al punto de aceptar sus incompetencias gerenciales como una subsanable debilidad.

Seguidamente, y antes de iniciar una producción de culpables en quienes justificar las impericias que se sucederán, apreciará auto-desplazarse de la administración como inteligente recurso para convertir la debilidad en fortaleza, conformando una estructura profesional, pertinente y competente.

¿ES PRIVATIVO PARA UNA PYME?


Aunque impresione privativo para una PyME, no lo es, sino todo lo contrario. Además, le es propio, constituye un apalancamiento, es inherente a su naturaleza, y ahora incluso es compatible con la Ley de apoyo al capital emprendedor.

Hoy, a la PyME le es posible la conformación de dinámicos órganos volitivos ad hoc, de hecho yo lo hago, utilizando incluso recursos profesionales externos o propios de la unidad empresarial, con más el marco de legitimación que le otorga la ley 27.349 y sus beneficios derivados.

Este tipo de conformaciones dota a la PyME de una mejor visión y un mayor potencial de alcance, haciendo entonces posible la delegación de acciones correspondientes en ejecutivos asalariados, aquellos que en estructuras de mayor calaje se los conoce como CEO (Jefe de la oficina ejecutiva por sus siglas en inglés).

¡Date una buena semana!



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